jueves, marzo 31, 2011


De los muros del salón...
Arrecia la primavera.


Y arrecian a la par los devaneos histriónicos de las bellas mozas del barrio de La Virtud que sacan sus mejores trapos y sus más coloridos y vaporosos modelitos de sus roperos para lucirlos impregnados aún de fragancias sutiles de naftalina. Se vuelven insoportables los mandatos de la diosa Terpsícore cuando se apropia de los espíritus juveniles de las bellas huríes y las conmina a danzar con frenesí y a echar cabriolas y firuletes en el escenario de la vida, a ritmo de fox-trot. 
Generosas marejadas de alegría y picor para regalo de las apetencias del exquisito público que se congrega en nuestro salón a filosofar sobre la levedad de la vida, las verdades penosas del libro del Eclesiastés y la poesía nueva y eterna de Omar Khayyam u otros tópicos menos peores.
Al verlas bailar, tórnanse júbilosos cuantos llegan a nuestra sancta santorum a refrescar la garganta con el néctar de Mayahuel, reina y señora de los dioses del altiplano azteca: ese líquido exquisito que bien curado con frutas de la estación y adiministrado con mesura en jícaras de cristal cortado, suele tambien hacer danzar a los señores, y retozar y eructar con estruendo a los purpurados.
Para darle más sabor a su primavera personal, baje la imágen, imprímala, escriba con tinta una dulce dedicatoria para usted mismo y fírmela con el nombre de alguna corista o encueratríz de fama; luego, colóquela en el cajón de su buró o en algun lugar donde la pueda encontrar con facilidad la dueña de sus quincenas. Ya verá como suben sus bonos.

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