miércoles, septiembre 29, 2010


Ayuda divina?...sálvese quien pueda!

"Si, como afirma el inquilino de Los Pinos, el laico gobierno mexicano ayudará a los damnificados “hasta donde Dios lo permita”, entonces sálvese quien pueda, porque el Altísimo, amén de cruel con los mexicanos, se ha mostrado extremadamente codo".
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Carlos Fenández-Vega, México S.A., La Jornada, 29s10.
La casa otorga el crédito debido al autor de la fotocomposición. No tenemos el gusto de conocerlo, pero le haremos los honores y, todo el género que pueda consumir en sus visitas, va por nuestra cuenta.

martes, septiembre 28, 2010



Retrato

Huele a jurásico en sus oficinas
pues gusta de fragancias pleistocenas;
circula Atlacomulco por sus venas,
es cruza de Montiel y de Salinas.

Adora figurar en las vitrinas,
le gustan las actrices más bien buenas;
cuenta con Televisa de mecenas
y obtiene capital de las letrinas.

Su masa cerebral es muy pequeña;
la ausencia encubre un pródigo copete
y una atroz demagogia toluqueña.

Con carita, padrinos y billete,
presidente de Guiness ya se sueña:
el más guapo, el más tonto, el más ojete.
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Tomado del blog de Pedro Miguel, www.navegaciones.blogspot.com a quien damos cumplidas gracias y nombramos desde ahora Benefactor Emérito de esta casa, con derecho de uso del papamovil y cuenta abierta ad libitum. El cartón es de El Fisgón...o de Helguera?

Espíritu de rebotica, espíritu de virtud.

Nos acompaña, otra vez, la obra del pintor andaluz José Jiménez Aranda, un artista social que, hace ya doscientos años, retrató genialmente, más que pintó, a la sociedad de la madre patria de aquella época.
Su espíritu está fresco aún, más fresco que una lechuga o que una nalga de Shakira en un concierto al aire libre.
Pudiéramos decir también, claro, claro, con la venia de don Pepe, que su famoso cuadro, llamado “La rebotica” nos resulta una formidable fuente inspiracional.
Gozosas tertulias y sabrosos coloquios como ése, animan hoy y recrean el espíritu multicolor que, adicionado con sabores, olores, ideas, gritos, sombrerazos, pontificaciones, letanías, tompetillas,  y carcajadas, se escenifica virtualmente entre las barricas de pulque –también fresquísimas- de este antro poético de musas, faunos, pintores, obispos y licenciados mexicanos de barrio.
Que la comparación, atrevida, farandulesca, pretenciosilla y todo, sea para bien, y que Jiménez Aranda nos sonría y nos haga un guiño desde el otro mundo.
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Pinche por favor en la imagen para disfrutar de los detalles y escuche la silenciosa y traviesa voz del pintor, relatándonos las historias que encierra el cuadro.

lunes, septiembre 20, 2010


La nueva corregidora y otros héroes patrios.
Viva nuestra independejencia!
Pepe Hernández es, además de uno de los primeros benefactores de esta casa, el mejor monero de México. Esto no obsta para que conste que acá veneramos al gremio y sentimos especial admiración por todos sus miembros por igual, a más de que a todos ellos se le sirve parejo y sin medidas de lo mejor de nuestros inventarios de neutle y sorronche; tienen también todos ellos privilegio exclusivo en el uso de nuestro papamóvil y son invitados permanentes sin obligación de pagar la cuenta.
Hoy ponemos jubilosamente en nuestros muros el soberbio cartón con que la revista "El Chamuco" adorna la portada de su ejemplar del 11 de septiembre del 2010, en el que nuestro dilecto amigo se soltó el pelo, prodigando su arte y su genial sentido de la sátira.
El trabajo de Pepe es rotundo y explícito; no hay mucho que comentar, salvo admirar su fregonería.
Nos pone al patrón Azcárraga, hibridándolo entre el cura Hidalgo y el repugnante Brozo, y a Joaquín López Dóriga, en su papel sempiterno de limpiabotas.
El mono del piano es el putillo televiso (Alex Syntex se hace llamar, pufff) a quien le pagaron un dineral por cantar una pendejada impresentable, como tema musical del bicentenario y que, en el momento de su estreno, la noche del grito en el zócalo, se llevó una monumental rechifla de parte de la multitud allí congregada, frente al mismísimo responsable de su contratación.

Sin embargo, para nuestro especial gusto, el personaje mejor retratado es el que se encuentra al fondo a la izquierda: el historiador conservador y ultraderechista Enrique Krauze.
Hombre culto y autor prolífico, el llamado "viudo mayor de Octavio Paz" se halla emepeñado desde hace mucho tiempo en representar el simpático papel de corregidora que hoy le ha encasquetado el monero Hernández.
Alguien tenía que poner el cascabel al gato y Pepe lo ha hecho de manera impecable. 
Es que nuestro exquisito intelectual, tambien televiso de alto copete (bueno, es un decir, porque es calvo), no desperdicia la ocasión para despotricar y echar bazofias a veces abierta, a veces subliminalmente, en contra de algunos héroes, autores y escritos históricos, y de todo lo que huela a revolución, alzamiento o leventamiento popular.
Es ya probervial, por ejemplo, su inquina obsesiva por menospreciar y condenar a los bravos luchadores y a los ideólogos de la república restaurada del siglo XIX y su compulsión por elevar a los más honrosos altares patrios a personajes oscuros, vendepatrias y reaccionarios, y por intentar bajar de allí a escobazos a todos los demás, principalmente a Benito Juárez. 
Esta nueva corregidora, mamona y fatua, es autora también del libelo titulado "El Mesias Tropical", penosísimo texto denigratorio, escrito con el hígado para injuriar a AMLO en ocasión de las elecciones presidenciales del 2006 y financiado por uno de los empresarios consentidos de foxilandia que aún siguen sin pagar impuestos.
Ahora, nuestra Josefa Clío se la pasa corrigiendo compulsivamente y a todo vapor la historia patria, según los criterios convenecieros y tramposos y las fantasías vindicatorias de la derecha ilustrada y de sus aliados de closet, los exquisitos académicos de la generación de la "tercera vía" y del "SÍ, SEÑOR" que andan por allí, esperando lambisconear al presidente espuirio con manifiestos y periodicazos en los que lo único que impresiona es la impudicia de sus firmantes.
Detrás del escritor judío, como telón de fondo, fulguran un gran emporio editorial y toooodo el poder del canal de las estrellas, siempre dispuesto a educar al tontarriaje con la historia según Krauze y a levantar altares a traidores y enemigos del pueblo mexicano, para deleite de la mochería descastada y de esa naco-burguesía totonaca blanquiazul y tricolor que se autodenomina clase política.
Krauze la corregidora, pues, en funciones. La nueva corregidora nacional, trabajando incansablemente para alfombrar el discurso del neoliberalismo más feroz y cimentar un credo político -más motherno y cómodo- para nuestros perfumados próceres de la cleptocracia PRI-ANista quienes, junto con el hampa empresarial mexicana, (de idéntica miseria ideológica) tienen secuestrado y de bruces a este país.

sábado, septiembre 18, 2010

La noche del grito.

"...En cuanto las tinieblas cayeron sobre el valle de México la histórica noche del 15 de septiembre de 2010, se vaciaron las calles. En las antenas de los coches no había, como otros años, banderitas tricolores. Los artesanos que las producen no vendieron casi ninguna. En los barrios, colonias y pueblos de la urbe estallaban apenas algunos cohetes (¿o eran balazos?). La gran ciudad, enlutada por la guerra que provocó Felipe Calderón, asistía al parecer a su propio velorio.
¿Y qué esperábamos? ¿Que la derecha gobernante celebrara con genuina alegría lo que más odia y lamenta, es decir, el estallido de la rebelión popular que en 1821 nos convirtió en país soberano e independiente de España y medio siglo después en Estado laico? ¿Que los restauradores del colonialismo ibérico, que puso en manos de Repsol nuestro petróleo y de Iberdrola nuestra energía eléctrica, exaltaran con gratitud la memoria de don Miguel Hidalgo? ¿Que lo veneraran quienes han establecido esta nueva teocracia que hoy permite a obispos y arzobispos dictar medidas de insalubridad pública a través de políticos fanatizados por dogmas religiosos?
No, la exhibición de carros alegóricos de Walt Disney, la letra de la balada más estúpida que alguien haya compuesto jamás en la historia de la música –“Shalalá, el futuro es milenario”–, la quema de 17 mil petardos (uno por casi cada dos muertos de la guerra calderónica) y el desfile de los ejércitos que en otros siglos nos invadieron fue una revancha y una burla, una afrenta a los sentimientos más profundos del pueblo y una disculpa a las potencias contra las cuales nos hemos rebelado.
En medio de un clamoroso aislamiento diplomático –pues no vino a su fiesta ninguna figura relevante de la política internacional– Calderón despilfarró 3 mil millones de pesos en una puesta en escena que no vale nada en términos históricos o estéticos. ¿Cuánto costó en verdad la pachanga, cuánto desviaron los organizadores a sus cuentas bancarias inflando las facturas? Una vez más, el grueso del botín fue para Televisa y sus marionetas, es decir, para cebar a la teledictadura, como bien la llamó Andrés Manuel López Obrador en Tlatelolco".
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Texto: columna Desfiladero, Jaime Avilés; La Jornada, 18-sep-10.
Cartón: Rafael Barajas "El Fisgón" tomado del amigo trianero2 en flickr.

viernes, septiembre 10, 2010


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Remembranzas del pulquero.
1973: De La Moneda a Jerusalén.

Había caído ya la noche cuando llegamos, caminando por el laberinto de calles del barrio cristiano, hasta la terminal de taxis de la Puerta de Jaffa, que a esa hora hervía de bullicio y reflejaba en ocres claros, hacia el poniente, los restos de la última luz vespertina.
Allí, bajo la muralla de la ciudad vieja de Jerusalén, haríamos fila entre visitantes fatigados y popes misteriosos, para tomar el transporte -llamado sherut- de regreso a casa, por el camino del mediterráneo, después de un par de días de apasionante turismo bíblico.
La estancia del fin de semana en la ciudad de los profetas era parte de mis rutinas de aquel verano que ya tocaba a fin. Todos los viernes, al terminar la jornada de trabajo en Tel-Aviv, corría a Jerusalén y me perdía en sus profundidades, hasta que al día siguiente aparecía la primera estrella de la noche del shabat y anunciaba la hora del retorno para iniciar una nueva semana, dejando atrás los arrobos arqueológicos y las reflexiones místicas que invariablemente me dejaba la visita.
En la carretera, minutos más tarde, la limusina Mercedes en funciones de taxi colectivo, cortaba los aires enresinados y frescos de la cañada de Bab-el-Ued y tomaba rumbo a la llanura costera. Al llegar a este lugar se había desvanecido ya la atmósfera misteriosa que irradia la gran capital religiosa del mundo y rodabamos por la antigua ruta hacia el mar, sobre los pasos de los peregrinos de dos milenios.
Ahora, la oscuridad era total y el aroma de los pinos cargaba de extraños acentos al aire que entraba en el auto al tomar suavemente las curvas del camino. Conforme avanzábamos, podía verse cómo en los entronques de la carretera principal con los caminos vecinales se concentraban más fuerzas militares que las acostumbradas. Grupos de jóvenes soldados nos detenían de trecho en trecho, interrogaban al chofer e inspeccionaban el interior del sherut con sus potentes linternas de mano.
El número de puestos de revisión vehicular había crecido durante las últimas semanas. Igual se magnificaban los temores de la población israelí, ante los acontecimientos políticos recientes y un clima de enfrentamiento con los países árabes vecinos que entraba en una espiral que crecía frenéticamente.
El impacto mediático de las últimas escaramuzas de su ejército del aire con los aviones Mig sirios en el norte, así como el de la tensión creciente en el sur, a lo largo de la frontera egipcia, se desbordaba ya, entre la gente común, en una sensación permanente de angustia y zozobra.
Tanto en los barrios de Tel-Aviv, como en los cafés de sus zonas cosmopolitas o en los campos de cultivo de los kibutzím de todo el territorio, no se hablaba de otra cosa que de la inminencia de otra guerra. Ésta vez, el conflicto parecía más posible con Siria que con las otras naciones árabes; el nerviosismo colectivo se sentía con especial intensidad en los sitios turísticos y en los consulados y representaciones extranjeras.
La prensa, por su parte, tanto en lengua hebrea como árabe e inglesa, desplegaba a diario la gran interrogante:
  ---Habrá guerra?
Parte del estilo de vida local desde la Guerra de los Seis Días -seis años atrás- era un permanente estado de alerta. El nuevo enfrentamiento bélico, se imaginaba esta vez más destructivo y sangriento, porque el arsenal de ambos ejércitos era hoy día era mas poderoso y sofisticado que nunca.
Esta noche, los rostros siempre sonrientes de las bellas soldadas y el talante marchoso de los jóvenes guerreros que marcaban el alto y revisaban todos los vehículos de las carreteras, habían cambiado. Sus perfiles se acentuaban con las luces de las lámparas de revisión y sus miradas y sus voces tenían ahora la misma dureza y frialdad que el acero de las metralletas que les colgaban de sus hombros. No eran ya chicos y chicas en uniforme del servicio militar israelí; eran soldados de verdad; no eran adolescentes en un desfile de colegio; se trataba de auténticas fuerzas de combate. Eran tropas de primera clase en estado de máxima alerta de guerra, vigilando celosamente el tráfico terrestre de su país, en busca de terroristas infiltrados desde las cercanas riberas del Jordán, o de cualquier señal de peligro proveniente de los vecinos árabes.
En el interior del automóvil nos acomodábamos seis o siete pasajeros silenciosos y pensativos y, en vez de una desenfadada y típica conversación de viaje, de vez en cuando, el sonido del motor sólo dejaba escuchar monosílabos o frases aisladas de los pasajeros.
A ratos, nuestro Mercedes se detenía para dejar paso a un lento convoy de pesados tanques o de tropas que se dirigían a los altos del Golán o a la cercana frontera de Jordania. Los soldados nos hacían desviarnos cientos de metros sobre la cota del camino para evitar el pavimento destrozado por el paso de los enormes tanques de guerra, que tenían prioridad de paso y levantaban espesas nubes de polvo que entraba a bocanadas al vehículo.
Ensimismado en sus pensamientos, un rabino se hundía en el rincón del ultimo asiento del sherut, sujetando un maletín negro sobre las rodillas con gesto posesivo y sombrío; junto a él, dos jóvenes turistas inglesas no dejaban de abrir los ojos, atemorizadas por la vista de los tanques que pasaban casi rozando nuestras ventanillas; una pareja treintañera se afanaba en mantener quieto a su hijo pequeño, justo atrás de nosotros.

De pronto, como era usual en todos los transportes de pasajeros israelíes, la radio del automóvil comenzó a transmitir las noticias de la hora. En esta ocasión el tono y el ritmo de la voz del locutor eran diferentes a los de costumbre. Destacaban en ella inflexiones continuas e inequívocas de tensión; la voz noticiosa en hebreo reflejaba con crudeza una preocupación que se palpaba en el ambiente. La guerra iba a comenzar en cualquier momento.
Por un instante, mientras escuchábamos las noticias, el viejo rabino pareció despertar de su sueño levítico; las rubias británicas se pusieron más pálidas, y la pareja del asiento de atrás se removió, inquieta, pero silenciosa. La madre del crío lo aprisionó entre sus brazos y, pude advertir por el espejo retrovisor que su expresión, antes serena, se ensombreció al escuchar las últimas frases de la radio.
El locutor subía y bajaba la voz y acortaba las pausas, como queriendo describir los sucesos con mayor rapidez. Ni yo ni mi amigo entendíamos bien el idioma, pero no nos era difícil comprender que aquellas noticias no podían ser otra cosa que el recuento de daños de alguna tragedia.
Nada bueno significaba –seguro- aquel río entrecortado de palabras hebreas.
  ---Ha empezado la guerra, dijo en voz baja y con la vista fija en la bocina, el compatriota que me acompañaba.
  ---No lo creo; si así fuera, ya nos hubieran detenido por completo para movilizar con mayor rapidez a los tanques por la carretera.
  ---Míralos, por ahora van a marcha regular y no se nota en ellos sobresalto o apremio, al igual que el resto de los efectivos que hemos alcanzado a ver sobre el trayecto.
  ---Es verdad, además, ya hubiéramos escuchado el ulular de las alarmas y el movimiento de la aviación; el sonido de los cazas Phantom es inconfundible.
  ---Son mi despertador: todos los días, al amanecer, hacen rugir el aire cuando pasan, volando a gran altura sobre mi casa.

Mientras tanto, las noticias continuaban y, entre la perorata del locutor, mi amigo y yo comenzamos a percibir poco a poco palabras familiares y a reconocer nombres propios, nombres por los que ya temíamos a causa de otros acontecimientos recientes de los que la prensa internacional daba cuenta desde hacía algunas semanas, aunque diferentes y harto distantes en la geografía.
La voz era clara y no dejaba duda:…“La Moneda”…”Santiago”…”Allende”...…”Allende”…”Allende”…
La madre del niño, quien desde el asiento de atrás había escuchado nuestro breve diálogo, rompió súbitamente el silencio de los pasajeros y dijo en perfecto castellano, dirigiéndose a nosotros con voz quebrada y acento inconfundible:
  ---Saben ustedes lo que esta pasando en Chile…?
Era una judía chilena, emigrada recientemente y fervorosa partidaria del presidente socialista de su patria materna. Enseguida nos lo explicó todo con detalles y con la misma tesitura trágica del locutor israelí.
Aquella noche, luego de llegar al centro de Tel-Aviv y de tomar el autobús 503 que me dejó cerca de casa en Herzliyya, no pude despegarme de la radio, escuchando la cobertura noticiosa del golpe militar a través de la BBC hasta que empezaron a cantar los gallos del Kibutz vecino. Entonces, con un nudo en la garganta, me puse a preparar café. Era la madrugada del 12 de Septiembre de 1973.
Muy lejos de Israel, en Santiago de Chile, la tarde se ahogaba de terror; Salvador Allende había sido traicionado, depuesto y asesinado y el Palacio de la Moneda ardía en llamas tras un intenso bombardeo.
La historia contaba ya con una nueva herida abierta.
Y la nube ominosa que se cernía sobre Israel y que a muchos nos marcó también para siempre, no reventó en sangre sino hasta veinticuatro días mas tarde: el 6 de octubre, el día del perdón, el más sagrado del calendario judío, el Yom Kippur.
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Relato autobiográfico del pulquero de turno, escrito con un emocionado recuerdo a Rosario Castellanos, Reynaldo Calderón Franco, Diego Iparraguirre y Miguel Ugalde.

martes, septiembre 07, 2010

Hieden y rebuznan los pervertos...
Pues fíjense que no, curitas hocicones.

Transcripción íntegra del artículo “Corrupto y asesino”, de Pedro Miguel, publicado en La Jornada el 7 de septiembre de 2010:
O sea que nos hemos convertido en un pueblo corrupto y asesino. Ése es el problema, según dice la voz de la Arquidiócesis de México: “Desafortunadamente nos damos cuenta de que somos un país que grita mucho para exigir que nuestros hermanos mexicanos sean respetados en Estados Unidos, pero poco o nada hacemos para respetar y cuidar a quienes transitan en iguales o peores condiciones a lo largo de nuestro país”.
Como si en México no existieran la solidaridad, la movilización, la rabia ni la denuncia, y no hubiera organizaciones –religiosas, en muchos casos, católicas, algunas de ellas– dedicadas a aliviar, en la medida de lo escasamente posible, los sufrimientos de migrantes centro y sudamericanos, campesinos reprimidos y cercados, mujeres perseguidas por ejercer sus derechos, obreros despedidos a la mala y evangelizados a toletazos de la Policía Federal, deudos de niños y jóvenes asesinados por la codicia de exponentes oligárquicos o por afanes inocultables de limpieza social, niños abusados por empresarios, curas o gobernadores adictos a la carne infantil.
El retrato del “pueblo corrupto y asesino” es la versión arzobispal del repetido dicho de Calderón: la sociedad en su conjunto es responsable por la situación de violencia que padece el país. Como si hubiera sido la sociedad la que cometió la magna estupidez (en su acepción de superlativo de crimen, y también en la otra) de declarar la guerra a la delincuencia sin haber realizado previamente un trabajo de inteligencia, depurado corporaciones policiales corrompidas y al servicio de las mafias, echado un ojo a las condiciones sociales que crean el caldo de cultivo para la proliferación delictiva y, sobre todo y ante todo, sin disponer de la mínima legitimidad política que diera sustento ciudadano a esa cruzada sangrienta.

Pues fíjense, señores del arzobispado, que no: el pueblo de México, en su gran mayoría, no es ni corrupto ni asesino. Por el contrario, es trabajador hasta el exceso, noble hasta la tolerancia al abuso, solidario y amoroso, cívico y civilizado.

No va a negarse que en años recientes han proliferado en sus filas los asesinos y los corruptos; no se desconocerá, tampoco, que el sicariato, el narco, el tráfico de personas y el secuestro conforman ya, gracias a la extinción del Estado promovida por el ciclo neoliberal Salinas-Calderón, grandes sectores de la economía. Pero esos fenómenos indeseables y acuciantes han sido impulsados desde el mismo poder público que les gestiona a ustedes controversias constitucionales, que garantiza la impunidad para sus pederastas, que los libra de todo mal ante tribunales, que se hace de la vista gorda cada vez que ustedes delinquen, que les regala cientos de millones de pesos del dinero público –dinero laico, así revienten– para edificar monumentos cristeros, que les encubre y hasta les apapacha sus insolencias; en suma, que los incluye y que tiene nombre histórico: la Reacción.

El pueblo mexicano, en su gran mayoría, es víctima, no cómplice, de los asesinos, de los corruptos y de ustedes, panoplia de poderes fácticos que van de Televisa al Arzobispado, que mangonea al país por medio de uno de sus feligreses explícitos, ése que ahora pretende socializar su responsabilidad por la violencia reinante. Muy agradecido debe estarles por esa ayudadota para disolver su mea culpa en un pecado colectivo tan nefasto como inventado, y digno del castigo bíblico de Sodoma y Gomorra: esto nos pasa por ser un pueblo corrupto y asesino, con el agravante de haber edificado la jalada de un Estado laico. Por eso se abaten sobre nosotros las tropas de los cárteles, por eso en los retenes militares se acribilla a familias enteras –ayer, en Nuevo León: dos muertos–, por eso mueren calcinados los bebés en una guardería a cargo del gobierno, por eso se pierden millones de puestos de trabajo, por eso la inflación, por eso la miseria: porque somos corruptos y asesinos.

Pues fíjense que no: si este país no se ha disuelto en la barbarie es porque su pueblo no ha sucumbido a la mentira, la corrupción y la violencia; porque se gana el pan en la forma que puede y, mientras sea posible, legal; porque, a pesar de todo, celebra la vida y el amor; porque se enorgullece de sus gestas históricas de liberación contra los poderes coloniales, oligárquicos y clericales; porque se organiza contra el creciente autoritarismo antidemocrático del momento actual; porque practica una ética social sin necesidad de la prédica injuriosa de ustedes; porque su espiritualidad es más profunda y extensa que un librito de catecismo, y porque les ha perdonado éstas y otras ofensas. No se confundan.
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La casa otorga el crédito debido, además de reconocimiento y admiración al autor de la fotografía y por supuesto a Pedro Miguel. De presentarse por aquí, les invitaremos de lo mejor de nuestros pulques y podrán regresar y beber gratis lo que quieran y cuando quieran.

viernes, septiembre 03, 2010

De los muros de La Virtud:
"Nuestra Señora Fridalupe".
Hoy engalana nuestros muros esta magnífica obra simbolista de la pintora estadounidense Lisa Proctor, a quien enviamos un caluroso saludo.
La simpática obra de seguro que hará sonreír a nuestra querida Frida, allá donde se encuentre. A Diego no le habrá de agradar, porque la artista lo ha pintado como angelito y a los pies de su mujer.
El cuadro será sin duda muy apreciado por el personal de esta casa de pulques y también por su distinguida clientela, ya que ambos, Frida y Diego siempre fueron bebedores de tlachicotón y en sus buenos tiempos hasta llegaron a pintar sus monos en establecimientos del ramo.
En una pulquería decente como ésta, por cierto, nunca  han de faltar una virgencita con su veladora y un almanaque antiguo de "Abarrotes la Constancia" con una pintura de los volcanes, o algun otro de la refaccionaria "El Maniful" con una chamacona en paños menores, Gloria Trevi, por ejemplo.
Haga click en la imágen para verla mejor.



Gerardo Fernández Noroña, diputado de la República.

Palabras pronunciadas en la tribuna del Palacio Legislativo de México, en ocasión de la apertura del período ordinario de sesiones del actual ya no tan H. Congreso de la Unión, el 1o. de septiembre de 2010.
Si usted se atreve a escucharlo, hágalo aquí con toda libertad y sin miedo al qué diran las mojigatas comadres de la oficina.
Las ovejas de cabeza baja, el rebaño cautivo que engorda con el alimento tasgénico que le hace tragar de Televisa a todas horas, así como las buenas conciencias del sagrado corazón, se aterrorizan y sufren de ataques de flato incontolables con solo oír el nombre de este claridoso y activo político, aborrecido por los poderosos y los farsantes que tienen secuestrado al país.
Goebelianamente, con técnicas de manipulación burdas y notorias, los medios electrónicos le han creado una imágen de folclórico, desquiciado y peligroso.
--- Ayyy,...mamacita...el coco! 
--- Ay, no,...ni lo veas...está loquito...
Por favor, antes de escuchar lo que dice, ponga en pausa nuestra sinfonola, abajo, al fondo.
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La Virtud extiende una invitación abierta al legislador para que pase cuando guste a disfrutar -de gorra- de nuestros pulques y, si lo desea, a hablarnos sin tapujos de cómo se las gastan nuestros representantes en la cámara.
Le creemos.
Le creemos más que al deshonroso grupo compacto formado por el poco-roba, los prianistas y los impresentables chuchos, a quienes, de paso, tambien invitamos, a ver si vienen. Si lo hacen, veremos si aguantan la carrilla del personal.