jueves, enero 19, 2012

Quevedo y la beata...

No cabe duda que éste mes no es nada bueno para hacer versificaciones lucidas ni florituras literarias. Para muestra basta este botón.
En enero, los poetas remiendan sus vidas y renuevan sus deudas con el aval de la desdicha y con pasivos mas onerosos y crueles. Algunos de ellos, despistadones, algo mentecatos y todavía con la cruz decembrina sobre sus lomos despellejados, depositan sus rimas lastimeras y sus picardías endecasílabas en el aire gélido de las cabañuelas.
Pero por más malos que sean, los efluvios místicos de los poetas callejeros adquieren resonancias interesantes cuando aluden a la beatería, a ése sub-género enejenado que repta y pulula por doquier en este México siempre fiel que ya se prepara para recibir dentro de un par de meses a Benedicto No-Sé-Cuántos, el farsante en turno de Roma que no viene a otra cosa sino a meterse descaradamente en el proceso electoral. 
Entonces, la flatulencia de las beatas será de antología.
Es que el espíritu de Don Francisco tendrá muchísima demanda y harto jaleo, sobre todo en las pulquerías del rumbo.

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