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El gobernador de Guanajua...no, perdón, de Jalisco...no, no,... del liberal Chihuahua "ofreciendo" su estado a Jesucristo y pisoteando la Constitución Mexicana. Beleive it or not. |
La nueva beatería política...
Hipócritas y transgresores.
Un nuevo y ominoso fantasma recorre el territorio de las
desgracias mexicanas, añadiéndose alegremente al repertorio de sus esperpentos.
Aparece una mochería inédita y se multiplica sin freno.
Llegan al poder los nuevos rostros de la derecha “revolucionaria e
institucional”.
Alcaldes, gobernadores y próceres, todos de pezuña hendida y
de variado pelo “ofrecen” sus municipios y estados como si fueran de su
propiedad a la iglesia de Jesucristo y a los santos del cielo en ceremonias
ridículas que remiten al oscurantismo de la edad media. Dejan boquiabierto y
ofenden al mexicano inteligente y envilecen lo poco que queda del prestigio de
nuestro país en la comunidad internacional.
Además de la corrupción corregida y aumentada por la docena
trágica de los gobiernos derechistas de Fox y Calderón, a los vicios atávicos
de nuestras clases dirigentes actuales de casi todas las siglas partidistas se
les agregan ahora lacras ideológicas que se creían ya erradicadas y que no se
mostraban tan cínicamente desde las remotas oscuridades del siglo XIX. De aquel
tiempo en que sus devaneos totalitarios y canallas ensangrentaron a México y
pretendieron volver a imponerle un dominio político y militar extranjero, así
como condiciones económicas y sociales de esclavitud colonialista.
Las ambiciones insaciables de los conservadores vende
patrias y la perniciosa iglesia católica de aquellas épocas fueron por fortuna
neutralizadas y puestas en su lugar por la fuerza y la voluntad de un pueblo
heroico, guiado por el espíritu justiciero de Benito Juárez y los dignísimos
liberales.
Pocos años después, la pax porfiriana hizo posible que
anidaran nuevos amagos derechistas y extranjerizantes que fueron igualmente
sofocados por la Revolución.
Al término de la lucha armada, la razón y el interés del
pueblo mexicano se impusieron a las ambiciones sin límites de la iglesia; los
poderes fácticos del gran capital y la intervención extranjera que habían sido
generosamente prohijados por el dictador fueron detenidos en seco.
Durante los setenta años siguientes, los principios
revolucionarios que hizo suyos el régimen priísta mantuvieron con éxito a raya
las ambiciones retrógradas de la casta reaccionaria representada por una
derecha mercantilista y convenenciera, pero más o menos respetuosa de la
correlación de fuerzas políticas.
Al igual que el resto de los países civilizados, a la
iglesia católica, apostólica y romana se le impusieron normas jurídicas,
límites justos y acordes a su misión evangelizadora. Los afanes de recuperación
del poder omnímodo de los curas entraron en un estado larvario.
Fortalecida la nación y desarrollada una vida civil sin
ataduras ni imposiciones religiosas de ningún credo, la población disfrutó
entonces un largo tramo de razonable estabilidad, justicia y concordia social.
México era un estado laico.
Pero un día, de repente, todo cambió.
El neoliberalismo trajo nuevos rostros al finalizar el siglo
veinte y a partir del sexenio de Miguel de la Madrid, una beatería
impresentable, no afiliada a la derecha doctrinaria del PAN como se esperaría,
sino –quién lo hubiera creído- al llamado partido de la Revolución Mexicana, el
PRI.
Los nuevos revolucionarios (reaccionarios) tomaron el poder
y ahora lo ejercen sin pudor alguno, violando sistemáticamente las leyes,
pisoteando la laicidad del estado mexicano y burlándose de nuestra historia.
La mochería tricolor se hermana ahora con la beatería
blanquiazul estimuladas ambas, presionadas por el chantaje del Vaticano, un
estado ajeno e intervencionista que en el siglo XXI se encuentra en vergonzante
descrédito y es visto por los pueblos más avanzados del mundo con suspicacia y
repudio. Pero en nuestra nación, estos políticos de aldea, descastados e
hipócritas van a dios rogando y con el mazo dando.
Y el pueblo que lo permite.
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