sábado, enero 04, 2014

El final.
Finalmente despegó el avión de Lisboa, llevándose a Ilsa para siempre jamás. Ella y Rick nunca volvieron a encontrarse en la vida.
Él permaneció al lado de la pista, acompañado de Renault, el prefecto del gobierno colaboracionista de Vichy y ambos se difuminaron para la eternidad entre la neblina y la lluvia que caían esa madrugada en Casablanca.
Nadie sabe si el rumboso café terminó cerrando sus puertas y el misterioso propietario se marchó a su país de orígen o desapareció en la vorágine sangrienta que subió de tono y envolvió en llamas el viejo mundo en los años siguientes.
Nadie sabrá nunca el verdadero final de la historia. Solo quedaron la película y la canción y el mito.
Del piano de Sam se supo años después que fue comprado en Marraquesh por un coleccionista turco por unas cuantas libras.
Esta casa pulquera (que no sirve aguas de Vichy ni colabora con regímenes totalitarios) y sus parroquianos más fieles y allegados, emocionados como si fuera la primera ocasión que veían el filme, cerraron el año del 2013 con la escena de la despedida, como es tradicional, proyectada por "El Orejano" en el muro del salón. Antes se brindó fuerte (Johnny Walker etiqueta roja, por favor) y se escuchó varias veces la vieja grabación de Dooley Wilson, "As time goes by".
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Collage digital de Armando Moncada.

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