martes, febrero 09, 2010


Calistenia azteca, divertido espectáculo callejero.

Ayer a mediodía entró a nuestro salón doña Osofronia, la señora de la tortillería de junto, jadeando, con las mejillas encendidas, los ojos como platos; entre risitas entrecortadas nos hacía señas de que saliéramos a la calle:
--Corran, corran, vengan a ver!
El primero que lo hizo fue el Curro Copetes, que, como siempre, se encontraba cerca de la puerta principal, con un ojo al brocal de curado del día y otro a la calle; luego salimos todos en tropel.
Afuera, el mitote era clamoroso. De pronto creímos que era un desfile chusco, de aquellos que organizaban los estudiantes los veintitrés de mayo pero, al escuchar la música nos percatamos que no era así.
Se trataba de una especie de convite que encabezaba un auto chocolate pintarrajeado con las siglas del PRD y del PAN, con un equipo de sonido instalado en su techo y sujeto con unos mecates aceitosos.
Al volante se hallaba, orondo y displicente, el Lupe Acosta Naranjo, a quien todos conocemos en estos rumbos, porque antes trabajaba en una peluquería de mala muerte, aquí en la esquina. Nunca nos pagó las marejadas de neutle que solía encargarnos de fiado.
Con un viejo micrófono en mano echaba rollos partidistas y frases ininteligibles y porras desabridas, mezcladas con el estruendo cumbanchero.
 El destartalado carro de sonido abría paso lentamente a un espectáculo vistoso y multicolor que avanzaba a mitad de la calle y que encabezaba nada menos que Chucho Ortega, ...sí, el gerente actual del llamado partido del sol azteca: el famoso político bailaba en mitad de la calle, ataviado con un hermoso vestido de rumbera en alegres colores amarillo y negro, tapizado de coquetos moños y vistosos holanes, muy a la tropicana. Llevaba también unas maracas en las manos y un silbato en los labios.
Entonces comprendimos que se trataba de un cuadro artístico calisténico, protagonizado por el pleno del comité ejecutivo del partido. Sus honorables miembros -todos uniformados- se agachaban cada tres o cuatro metros y coreaban consignas que anunciaban jubilosamente su nueva alianza política con el partido presidencial blanquiazul del empleo...
 --Nueva alianza?... je-je... donde hemos oído eso...donde, donde? se preguntaba con sorna el pintor Rodríguez Favela quien hasta la calle se llevó su jarra de curado de guayaba y, sonriente como siempre, no perdía detalle del show.
Pero más divertido de todo aquello eran la expresión gozosa y soñadora del rostro del presidente Chucho y la forma tan sabrosa en que movía las caderas al son de la cumbia que, a todo volumen, llenaba de alegría a nuestra calle y al barrio entero.
La nota desagradable (caraxo, porqué siempre, siempre, aparece el esperpento nacional?) corrió a cargo de otro ilustre parroquiano, el poeta Froilán quien, con el jolgorio, despertó de sus sueños guajiros, y saliendo en cueros de la barrica donde se hallaba libando, se puso a gritar desde el quicio de nuestra puerta un montón de palabras impublicables y otras chingaderas, e hizo numerosos dengues obscenos y cortes de mangas a los perredistas del comité ejecutivo nacional que bailaban al ritmo del bienamado líder. Luego que pasó el desfile, se tranquilizó y retornó a su plácido baño de néctares de maguey.
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Gracias cumplidas y el reconocimiento de siempre al gran monero Hernández, de quien hemos atrevido a tomar prestado al chucho de la imágen, solo para amenizar el numerito, nada más.

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