Se alocó don Benedicto!...
Cuando recibimos esta fotografía de nuestro corresponsal en Roma no lo podíamos creer.
En el salón, que se encontraba lleno de bote en bote, se armó un escándalo mayúsculo; todo mundo quería verla de cerca y comprobar que no estaba photoshopeada.
La clientela, ya con tres jarras entre pecho y espalda y siendo además quincena, se arremolinaba divertida, tratando de verla de cerca, y profería dicharachos de toda laya en torno a nuestra barra y extendía las manos hacia el Curro Copetes quien, trepándose a esta de un salto de banderillero, ondeaba la foto con la mano en alto, al tiempo que, con la otra en la boca, emitía silbidos de burleta y hacía grotescas contorsiones y carantoñas.
Sonoras carcajadas rebotaban en nuestros muros y se escapaban hasta la calle; de pronto algún chismoso avisó a unas damas de la Vela Perpetua que se encontraban en el departamento de ídem y se dejaron venir como de rayo a comprobar la desconcertante noticia: una de ellas, abriéndose paso entre el montón de gente a sombrillazos, le sorrajó al Pelucas en la cabeza tremendo golpe seco con un manojo de cebollas que sacó de la bolsa de la verdura.
Justo en el momento en que la multitud ululaba y la cosa se ponía de color de hormiga, entró a La Virtud don Moisés Aguilar, quien, como siempre, venía muy colorado y sonriente del Club San Isidro y, al ver la rebambaramba, también se encaramó a la barra, pero del lado del retablo y con voz potente gritó, aguantándose la risa:
--Heeey, familiaaaaaaaa!
--No se hagan bolas...aquí traigo copias para todos!
Y, saboreando el muletazo, arrojó un montón de copias de la imagen a la exquisita concurrencia.
Efectivamente: al observar las copias de cerca, todos pudieron comprobar que lo que lleva Benedicto en sus manos, es precisamente lo que nos informó el corresponsal: condones.
--Su Santiad arrojando condones a los fieles desde el papamóvil?
--Pero, como pudo pasar esto?...es inaudito...
Nuestro informante intramuros del Vaticano nos relata que el suceso tuvo lugar hace unos días, en una gira por Il Trastevere, cuando el ruco alemán que ocupa el trono de San Pedro se alocó de pronto y comenzó a repartir urbi et orbi los paquetitos de preservativos, lanzándolos al gentío, hasta que el Cardenal Pompolinni, responsable del papamóvil, con el rostro descompuesto y sin salir de su asombro, ordenó al chofer subir la capota inmediatamente y dirigirse a toda velocidad con rumbo desconocido, en las barriadas exteriores de la ciudad eterna.
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Imágen tomada de www.azeos.net
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