martes, septiembre 25, 2012



 Tiempo de malhechores...
Reforma laboral y lucha "de clase".

La Virtud es el lugar donde se ha acuñado el concepto de lucha “de clase”. Nos referimos a una lucha unilateral. Es distinta a la lucha “de clases” que tiene al menos dos contendientes. Hablamos del conjunto de batallas que libra la clase político-empresarial de este país por acrecentar sus ganancias y su poder de suyo magnificados clamorosamente en los últimos tiempos. 
Se trata de una lucha feroz de los dueños del gran dinero y de sus aliados y empleados políticos en contra el resto del pueblo de México. En el otoño del 2012 parece vivir sus mejores y más fulgurantes momentos y con la llegada del nuevo gobierno amenaza volverse cruzada implacable. 
Dio comienzo en el zedillato con el mega atraco del FOBAPROA, cuando el costo billonario de la irresponsabilidad y el dispendio de un grupo de corrupto de banqueros salinistas a quienes se entregó en charola de plata la banca nacionalizada fue convertido en deuda de todos los mexicanos. Hoy día, el monto de la misma se mantiene prácticamente igual, pues solo se han pagado los intereses, en detrimento del presupuesto nacional. Mientras tanto, los políticos responsables y los beneficiarios -orondos e impunes- que vendieron los bancos rescatados por el estado mexicano al capital extranjero viven felices, y sumados –but of course- a la causa arrolladora de sus congéneres clasistas. 
La lucha de clase tomó vuelo en el año 2000 cuando el merolico presidente Vicente Fox rebuznó con la mayor frescura que el suyo sería un gobierno “de empresarios, por empresarios y para empresarios” y tal fue la tónica de su atroz sexenio. En él se esfumaron miles y miles de millones de dólares de ingresos no presupuestados provenientes del sobreprecio del petróleo, mientras que las finanzas públicas de Foxilandia aparecían siempre raquíticas y campeaba una corrupción superada clamorosamente por el que le siguió en Los Pinos cuya negra historia  -si algún día llega a hacerse pública- nos llenará de oprobio a todos los mexicanos por haberla tolerado y permitido. 
Así, amafiadas la fuerza del dinero con la del poder político de extrema derecha en lo que se denomina PRI-AN, libran la frenética lucha de “clase”.
Han devastado a la nación, corrompido las instituciones de la república y han engañado y embrutecido sistemáticamente a los mexicanos con la ayuda de los medios masivos de comunicación, principalmente la TV. Operan como maleantes.El término crímen organizado les cae a la medida.
En las elecciones de julio pasado, es de no creerse, lograron el voto de 17 millones de mexicanos por el PRI y 12 millones por el PAN.
Y –para Ripley- estos sufragios fueron emitidos mayoritariamente de los pobres, los más perjudicados y explotados por la clase dorada: los jodidos.
Hoy la coyuntura del regreso avasallador del viejo PRI y la salida indigna de la mochería depredadora del PAN marcan un tiempo de canallas que ensombrece la vida nacional. 
Un enano espurio y tramposo empaca maletas y entra en escena un pelele vacío e igualmente espurio. Pero hete aquí que, a diferencia de otros sexenios, el cambio de monigote no cambia el tono de la comedia: se trata de una simulación de trasiego de poder.
La estructura de mando se mantiene, es esencialmente la misma. Es una oligarquía de financieros y políticos actuando bajo la batuta del Consejo Coordinador Empresarial. Es la “clase” que lucha y no se sacia de obtener, como sea, más y más utilidades, prebendas, poder e impunidad. Es la única "clase" que lo hace y lo hace muy bien; además parece no tener enemigo al frente. 
Las otras, las clases medias, el pueblo bajo, los trabajadores asalariados, los pequeños empresarios, no luchan, no se defienden; solo reciben los chingadazos de la clase que lucha contra ellos; parecen aturdidos y no pocos hasta miran de mala manera a los dos o tres loquitos que exhiben pancartas y mientan madres en las calles. Sus líderes y representantes los han manipulado, engañado y traicionado, una y otra vez, como ahora. 
Hasta el nausabundo clero católico mexicano se ha vuelto en contra de los trabajadores: solo hay que echar una mirada el obsceno panfleto que publica el arzobispado cada semana.
Felipe Calderón termina su período de gobierno a tambor batiente, triunfante, con la antorcha en la diestra, burlándose del pueblo mexicano y disponiéndose, antes de marcharse a darle unas cuantas puñaladas más, a manera de despedida. Nadie parece dispuesto a marcarle el alto, solo un puñado de jóvenes nada más, los del movimiento #yo soy132 que por cierto ya empiezan a ser reprimidos con saña y modos iguales a los de Pinochet.
Con el visto bueno de los cucarachos sindicales del charrismo prostituido, los traidores diputados del PRI, PAN, PVEM y PANAL, así como algunas lacras del PRD, con el mayor cinismo se disponen a aprobar una reforma perversa a la legislación laboral. 
El veneno de las nuevas disposiciones de la ley no únicamente hará todavía más pobres y más débiles a quienes viven de su trabajo, sino que aumentará el ya de suyo dramático estado de indefensión frente a sus harto “luchones” explotadores. 
En la TV, un ejército de envilecidos Lopezdórigas y Ciros se desgañitan y retuercen hasta el ridículo alabando las bondades de la reforma y descalificando fulminantemente a todo aquél que se atreva a manifestarse en contra.
Así pues, los señores de la “clase” que lucha sin tregua y a la mala van ganando por abrumadora paliza. Y esto apenas comienza.
El poeta Froilán, estacionado de planta en la cabecera de la barra de La Virtud levanta la cabeza, mira a la concurrencia y deja por un instante sus folios para exclamar con su voz retumbante y jeremíaca:
  --¿Hasta donde piensan llegar estos hijos de la chingada?... ¿qué quieren?...¿quién los va a detener?
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Cartón: Magú, La Jornada, 25s12.

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