viernes, abril 12, 2013

Ya ni la burla perdonan...
Tríptico: Chayito, elfo y chayote.

El gobierno del licenciado Peña Nieto anuncia con bombo y platillo que los consorcios "mexicanos" subsidiarios de Pepsi y Nestlé serán los primeros que orgullosamente participarán en su flamante show de gobierno denominado  "Cruzada Nacional Contra el Hambre". (compostura, señores, por favor no se rían, que si se entera el licenciado Karam les asigna una escolta personal)
No pasan ni unas horas en el reloj de la república de Toluca cuando el monero Hernández salta a la arena, mostrándonos este bonito cartón.
--A poco no se ve linda la Chayito?
Adorable, la reinita, con su capa de armiño marca Soriana-Pronasol, dice El Orejano, con la mirada llena de ensoñación, deslumbrado y desfalleciente, a punto de correr a afiliarse al PRD.
--Es que ella se mira tan charmante como la francesa Marie-Antoniette cuando salió al balcón y respondió con voz resuelta a la plebe hambrienta que pedía pan, abajo, en las puertas del castillo:
--Ajá!...así que tienen hambre, bola de sans culottes?...--pos ´tons coman pasteles!
--Coman pasteles, bola de gweyes!
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--Coman pasteles, pero con Pecsi!  murmura un elfo de grandes orejas oculto en la oscuridad de las sombras, detrás de espesas cortinas de terciopelo carmesí, mientras observa divertido la escena de Chayito dirigiéndose al populacho que grita furibundo.
El hombrecillo se recrea imaginándose a la dama portando muy ufana la banda presidencial que años atrás, en una madrugada inolvidable, él mismo sacó del armario donde la guardaba y se la colocó delicadamente sobre su torso durante una visita a su residencia, acompañada por el galán de turno. Se solaza recordando cómo ella levantó los brazos lánguidamente, respondiendo a su ocurrencia audáz; siente aún el perfume y el levísimo gemido que le salió de lo más hondo al recibirla. Rememora con deleite su cercana respiración que lo dejó marcado y no le importa -qué carajos!- el acento argentino-tepiteño con que se adornaba la diva.
El jefe de jefes suspira y esboza una brevísima sonrisa de coyote.
Luego se levanta de su mullido sillón de piel, se arregla un poco su impecable traje y su corbata, se acomoda la discreta escarapela tricolor de oro que lleva en en la solapa, y se sirve un poco de champagne Petrus 1988 de la mesita de caoba que tiene al lado de su escritorio.
Se mira al espejo y se busca su mejor ángulo; hace un guiño cerrando un ojo, se gusta, se disfruta entero, dice algo inenteligible en inglés al tiempo que se acaricia la reluciente calva.
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Por la tarde, el periodista Ciro Gómez Leyva en su noticiero televisivo de Milenio aparece recién maquillado y exhultante. Es la hora chchi-cuchi; su presencia en la pantalla es como un elíxir para acompañar el café de sobremesa de las buenas conciencias del México moderno, de la gente informada, de la gente bien.
Anuncia con solemnidad la participación de las trasnacionales en la Cruzada, a nivel nacional; sus ditirambos se explayan, como siempre, acompañados de movimientos corporales a la manera de los niños que, al contar una mentirilla, se delatan a sí mismos con solo ver cómo se mueven al hablar.
Cuando refiere los pormenores de la histórica participación de la iniciativa privada en el proyecto del licenciado Peña Nieto, Ciro se retuerce de placer y silba como una serpiente.
Para rematar la suerte, busca la mirada del negrito que le sirve de patiño, al tiempo que le da un puntapié por debajo de la mesa y le cede el micrófono:
--Verdad que sí?...verdad?...
--Pues sí.
--Si tienen hambre, pos que se acostumbren a tomar su Pecsi a mañana, tarde y noche.
--A ver si así se calman y entran en razón los agitadores come-lonches gruperos y los maestros de Guerrero y Oaxaca.
--y se afilian de una buena vez al Pacto por México!

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