martes, agosto 13, 2013


Felíz, como artista después del show. Y todavía se atrevió a burlarse de los
mexicanos diciiendo que con su reforma... bajará el precio de la luz y del gas.

“Que la nación me lo demande”.
PUES YO SE LO DEMANDO, SEÑOR PEÑA.

 Hace unos meses, al tomar posesión como presidente, usted se comprometió a guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen.

Sin embargo, en tan corto tiempo, parece que usted se niega a cumplir con su deber como primer mandatario. La ley hace obligación suprema del jefe del estado en primer lugar, el acatarla cabalmente con la mayor pulcritud y transparencia, esto es, sin cortapisas ni simulaciones o engaños retóricos.

El espíritu de la carta magna es muy claro. Tiene genuinas y sobradas justificaciones porque es fruto de las múltiples luchas de nuestros ancestros contra abusos de propios y extraños; es reflejo de la historia y es previsión para el futuro.

La constitución es la voz de la voluntad del pueblo mexicano; no miente ni puede dejar de ser nuestra máxima guía cívica y política.

Usted ha dicho que ha leído algo de nuestra historia.

Habrá leído usted la constitución, Sr. Peña?

Sus artículos 27 y 28 son claros y precisos: la explotación de los hidrocarburos es exclusiva de la nación y eso no es ningún capricho o ningún dogma anacrónico, como ha sido expresado en forma obsesiva por sus colaboradores.

Quebrantar este principio es privatizar; y permitir la inversión externa es eso, precisamente, privatizar.

Hasta el ciudadano menos informado sabe que la historia de las privatizaciones en este país -y en otros- es sencillamente devastadora.

La crisis que vivimos tiene su origen en la irresponsable y frenética privatización de la banca, los ferrocarriles, otras empresas del estado, etc., que transfirieron masivamente recursos del estado a manos privadas sin otros argumentos que los propios de la corrupción y el dogma neoliberal de moda. 

No necesitamos para nada inversión externa con el pretexto de “compartir ganancias”. Necesitamos recursos financieros, pero únicamente como un insumo más para darle valor agregado a la riqueza natural de la nación y aplicar las utilidades en gastos e inversiones prioritarias para el desarrollo.

Eso lo podemos hacer sin socios; para ello existe el financiamiento; nuestra capacidad de pago es envidiable; tenemos recursos energéticos probados y las reservas de divisas son las más elevadas de la historia.

Pemex es una empresa altamente rentable que su gobierno, al igual que los de los últimos treinta años, administra muy mal y pregona su ineficiencia como torpe argucia para alentar su privatización. Además, permite y alienta en ella y en su sindicato una corrupción escandalosa que cualquier reforma que se precie tendría que suprimir en primer lugar con decisión y firmeza.

Señor Peña Nieto:

Usted muestra que no solo no cumple con nuestra carta magna, sino que se empeña en torcer su letra y su espíritu para disponer de los recursos de la nación en favor del lucro de unos cuantos y para servir a intereses extranjeros.

Lo que usted propone va en detrimento de la renta nacional porque al compartir con socios la riqueza del petróleo, el estado mexicano abre un déficit en sus ingresos que solo será subsanado con aumento en los impuestos que habrán de pagar los sectores menos favorecidos.


Su gobierno sigue, eso sí, renuente a que la banca (privatizada en su tiempo con engaños igualmente clamorosos y bien documentados), la especulación financiera bursátil y los grandes consorcios paguen los impuestos que les corresponden. 

Si la recaudación federal de impuestos es insuficiente, porqué Hacienda dispone de los ingresos brutos y las utilidades de Pemex, en lugar de suprimir los privilegios fiscales de que gozan los mega empresarios y se les cobra lo que deben pagar? Este es uno de los aspectos de fondo del asunto.

Señor Peña: su propuesta de reforma energética es en esencia peligrosa y lesiva para el bienestar de la nación mexicana y altamente beneficiosa para unas pocas empresas, sobre todo extranjeras. Las utilidades que obtendrán estas serán los nuevos impuestos que a los mexicanos impondrá su gobierno.

México no tiene porqué “compartir ganancias” con nadie. Mucho menos en un entorno geopolítico internacional en que todos los estados productores de hidrocarburos están hoy revirtiendo con firmeza privatizaciones anteriores y recuperando soberanía sobre sus recursos naturales no renovables por razones estratégicas elementales.

Al proponer modificar los artículos 27 y 28 de nuestra constitución, usted antepone la “certidumbre jurídica” del capital extranjero a los intereses de México.

Su postura ética y política frente a la nación y al pueblo que le dio su voto es sencillamente impresentable e insostenible.

Señor Peña: su comportamiento como primera autoridad de nuestro México y su propuesta de privatización energética, en buen castellano significan traicionar a la patria.

¿Mirado así, no es usted un traidor a la patria en grado de tentativa? ¿Y quienes lo asesoran y lo manipulan, no son también traidores a la patria?

Mientras la ciudadanía, ahora inerte y adormilada, se lo demanda, yo lo hago a título personal.

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