lunes, junio 29, 2009

Fantasía poética para la hora del menudo.

Porqué, Gustavo Adolfo, de repente,
igual que Federico te marchaste?
No era la hora todavía de irse,
porqué no se quedaron un ratito?
La noche era temprana,
los luceros del alba aún dormían
arrebujados en sus nubes, quietos,
y las estrellas, ebrias, os pedían
a coro, otra canción
y un verso más
de esos que no terminan nunca,
ni se marchitan al amanecer

Si os hubiéseis quedado,
habríais podido,
al conjuro de Baco y los planetas,
hacer venir a Lope y a Darío,
con Nicolás Guillén y con Alberti,
para constituir una jarana
que desvelase a las luciérnagas.

En vena todos, seguro encomendasen
a Renato Leduc
-noctívago cencerro convocante-
el presto ensamble
de una exquisita juerga
que fulgurase al pairo y a deshoras
bajo un portal, al lado de la playa
de Celestún o Cartagena de Indias.

Hubiéseis invitado, claro, a Hernández,
que en mesa aparte se sentaría con Nervo
y con Acuña, ah, y los Machado,
quienes se excusarían correctamente
por estar remendando sus zapatos
ó por alguna otra monería.

El Duque Job oficiaría de maitre,
caballeroso, pulcro y de jaquet.
Pita Amor, extasiada, de pié sobre un bidet,
murmuraría obscenidades,
y dispondríase a brindis con champán.

De rojo todo, hasta los piés vestido,
Quevedo llegaría
para hacer travesuras solemnes
al elenco.

Agustín Lara de gazné y al piano,
con Alvaro Carrillo, tejería
insospechados céfiros y coplas,
mientras al lado, fantasmal, lejano,
Rebolledo en sus musas,
lúbrico, igual que un fauno,
pensaría.

Y si de pronto, a la reunión cayese
fumándose un habano,
jarifo y campechano,
Sánchez Mejías,
con él, un par de duendes
gitanos entrarían
rasgando sus guitarras
por bulerías.

Más si, ya al alba,
para mortificar las fantasías,
(cuando por una puerta
saliese el buen de Efraín Huerta,
en pos de otra botella de tequila)
de súbito asomasen,
pretendiendo colarse
algunos vivos
madrugadores, o Paz, o un Cursiletti,
y alguna mariposa
del ámbito gremial,
Novo le pediría
con lánguido sarcasmo colonial
al furibundo vate Díaz Mirón,
que en alta voz y gesto amenazante,
los echase, tronante:
--Largo de aquí, culígrafas!,
que ésta fiesta es decente...
y además, a estas horas
no se admiten boleros, pulgas, ni policías!
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Pieza bohemia y serenada, compuesta en el siglo pasado por el encargado del mostrador quien, a veces, y descuidando sus funciones, se desmelena y le da todavia por hacerle al poeta.

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