De Diego, la transición y la mezquindad de la derecha mexicana.
Hace ya tiempo que no nos visitaba uno de nuestros parroquianos más emblemáticos y distinguidos, el licenciado Manos Prietas, sagaz litigante lagunero con relaciones inocultables en el bajo mundo sindical, polemista ilustrado y muy competente y reconocido en las artes de Baco y Mayahuel.
Hoy llegó acompañado por Elías “El Morrongo”, interesante y popular sujeto que trabaja como mesero en La Guacamaya, cervecería que se encuentra frente a la alameda de la hermosa ciudad de Saltillo y quien cuenta con una larga carrera en el sindicalismo cucaracho del estado.
Nada más entrando, acodados ambos en la barra, dieron cuenta de sendas cacarizas dobles de curado de guanábana, fresquecito y recién hecho. Mientras, se secreteaban cosas del oficio y liberaban del calor sus cuerpos fatigados de andar la legua toda la mañana en oficinas y despachos de la ciudad.
--A ver, Morrongo, pásame la foto, dijo el abogado, y éste le extendió la fotocopia con una sonrisa de coyote.
Curro Copetes, nuestro pulque-servidor tlaxcalteca que estaba de turno, la recibió de manos de aquel y la observó sonriendo también, y contestándole:
---Pos no ha llegado el sub-jefe, quien es el que autoriza que se peguen anuncios en el establecimiento, pero, pos, tratándose de usted, mi lic., y de la candente actualidá del asunto, pos,...pásele, y péguela, pero en el tablero de anuncios del excusado.
Acto seguido y con teatral pavoneo, el licenciado Manos Prietas atravesó el salón; pegó la imagen cuidadosamente con cinta scotch en el tablero de anuncios del mingitorio y luego se le quedó mirando por unos instantes, simulando ser un extaño que la veía por primera vez.
Entonces alivió la vejiga larga y plácidamente, soltando, al terminar, un sonoro pedo (con perdón).
Más, hete aquí que al salir del WC, nuestro personaje se encontró frente a frente con Ulises Bitoque, un esmirriado y tramposo optometrista de Torreón, aguerrido cuadro local de los Legionarios de Cristo y alto directivo del Comité Ejecutivo del blanquiazul de la comarca, quien había entrado de prisa con el único propósito de echar una meada gratis (ya que detesta el pulque y según lo manifiesta con insolente gesto, es algo que su fina garganta, nunca de los nuncas ha dejado pasar tan repugnante mugrero a sus aristocráticas entrañas).
Disimulando mal el enfado que le causó la publicación de la foto de los oportunistas y mezquinos anuncios espectaculares que pusieron sus correligionarios en Querétaro, y que se reproduce arriba, el legionario visitante de ocasión le escupió, casi, en la cara, al Manos Prietas:
--Pues sí, gwey, pero los pagamos con nuestro dinero, y además, en este caso, los quitamos luego-luego.
--Sí, je-je, así dicen siempre, nomás acuérdate de lo que dijo el TRIFE cuando justificaron el fraude del 2006: la defecamos, ...pero, nomás tantito!, le contestó aquel.
El diálogo levantó una enorme carcajada, a lo que el panista legionario reviró furioso, volviendo la cara hacia la desternillada y divertida clientela de La Virtud que seguía la escena con deleite:
--Y ustedes, de qué se ríen?
--Pinches gatos de pulquería... adoradores del Peje, ...jijo de su ....#%/&madre;$#”(%#”=#"!...
...........................................................
Mientas tanto, el sindicalista saltillense (y delegado especial de la CNOP, según aclaró repetidas veces), sacó de entre las páginas sudadas y pringosas de la sección de Deportes del diario El Cirio de Torreón, una carpeta que contenía un escrito que, pensamos, pretendía leernos allí mismo como propaganda chafa de su mafia sindical.
No fue así, por fortuna; solo se limitó a entregarnos el texto fotocopiado que, habiéndolo leído con cuidado para saber de qué se trataba, no solo descubrimos que nuestra apreciación inicial era equivocada, sino que nos pareció prudente y saludable reproducirlo íntegramente, máxime por tratarse de su autor, el respetado y lúcido periodista J.A.Ortíz Pinchetti, quien lo publicó el 23 de mayo de 2010 en La Jornada:
■ Diego y la transición
José Agustín Ortiz Pinchetti
Cuando los panistas dicen que Diego ha sido factor clave en la transición, están diciendo la verdad, pero deberían añadir que lo ha sido para impedirla. Resultó un abogado excelente para su partido, lo enganchó el proyecto personal de Carlos Salinas a cambio de que el PAN tuviera las mayores ganancias políticas en toda su historia y de que algunos panistas –Diego el más destacado– hicieran fortuna gracias a un cínico e impune tráfico de influencias. Extraordinario polemista, se inclinó por la codicia y no por la ambición política. Se “dejó caer” ignominiosamente en la elección de 1994.
El PAN ganó espacios políticos, pero perdió su “alma”, porque era el partido conservador moderado de la gente decente que durante 50 años proclamó su fidelidad a la democracia. Cuando cerraron los ojos frente a los fraudes y abusos del PRI, primero contra Cárdenas y el PRD, y después contra AMLO, se les rompió el resorte interno para siempre. Hoy el blanquiazul está perplejo ante la posibilidad de que el PRI, aprovechando complicidades, recursos, encubrimientos e impunidades que le otorgaron Fox y Calderón, restaure el viejo régimen a carro completo (si es que nos dejamos).
Si un procurador se abocara a resolver el “caso Diego” tendría demasiadas líneas de investigación. Ofendió a muchos y se hizo vulnerable por su enorme fortuna. Habría que revisar la posibilidad de venganzas pasionales o derivadas de agravios en litigios. (Indagar con Fernando Gómez Mont y Antonio Lozano –sus socios–, como sugiere Ricardo Rocha). Quizá sacrificar a Diego sea réplica a los golpes de la narcoguerra y/o tomarlo como rehén para liberar a uno de los narcojefes. Ajustarle cuentas (recordemos su vinculación con estos temas siniestros). También habría que revisar si un grupo guerrillero no bajó a ajusticiarlo, o a tomarlo como “prisionero de guerra”.
Frente a un hecho tan grave y lamentable (yo lo lamento), Calderón como cabeza del Estado está en una posición de extrema debilidad. Su aceptación declina, su gestión es deplorable y su debilidad manifiesta. Diego es otro daño colateral en una guerra sin objetivos estratégicos, impulsada por la mala conciencia ante el fraude de 2006.
Hace meses, los expertos vienen pronosticando la escalada de los grupos criminales, ahora contra los políticos profesionales. Ahí ninguno estamos a salvo. Han empezado a matar perredistas y petistas en Guerrero; después un panista en Tamaulipas y ahora este atentado contra el mejor abogado de las peores causas y uno de los más eficaces enemigos que ha tenido la democracia mexicana.
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